Amaneció mucho antes de lo que pensé, al
despertarme, me percato que seguís durmiendo abrazado a mí, roncando un
poco, con cara de inocente en un mundo pervertido y me quedo
observándote un rato… ¿Cómo no enamorarme más? Me rio, muevo un poco las
cortinas y veo caer gotas de agua, parece que cuando el día está
nublado, nos dan más ganas de seguir acostados, acostados y acostados. Por mi suerte, es domingo, el día donde descansamos, donde hacemos todo más despacio, sin apuros, pero entramos en depresión cuando cae la noche porque sabemos que mañana volvemos a la rutina, pero hoy, no me importa nada, solo me importa estar contigo haciendo lo que mejor nos sale juntos, disfrutarnos el uno al otro.
Entre sábanas y ganas de seguir durmiendo, me das un beso de buenos días con los ojos medio abiertos, “achinados”, pero no nos decimos una sola palabra, porque a veces no se necesita decir absolutamente nada porque ya se siente todo. Volves a abrazarme, pero esta vez mucho más fuerte tratando de decir algo. Un poco haciéndome la desentendida, me acomodo entre tus brazos y mágicamente todo empieza como la letra de una canción.
Igual siendo que ya estamos juntos hace más de cuatro años, cuando le amas a alguien, siempre es como la primera vez, sentís ese deseo de que el tiempo se detenga y solo sean ustedes dos, y asi, al son de la lluvia, como dos niños inocentes, empezamos a tomarnos confianza, sentimos como la adrenalina se va apoderando de nuestros cuerpos y no hay más nada que decir.
En ese momento, parecía que nuestro amor era más grande que cualquier cosa, que podíamos superar cualquier obstáculo y solucionar cualquier problema, nuestros cuerpos eran uno, uno lleno de vida y locura, con ganas de tener el mundo a nuestros pies.
Y así como leí alguna vez, "no importa el tiempo que dure, créeme que no importa. Una hora, un día, un año. Pero mientras dure, que sea para siempre" tuvimos nuestro para siempre, y lo seguimos teniendo...
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