La mayor parte del tiempo me siento feliz, distraerme me
hace bien, pasar ratos con las personas que quiero es lo mejor de mi tiempo,
inclusive sola leyendo un buen libro me divierto. Pero sin previo aviso, llega
el vacío de nuevo. No importa cuánto intente fingir que no está, no importa que
ignore su presencia, llega e insiste en hacerse notar con un nudo en el pecho,
la aflicción al respirar.
Me pregunto que está mal, reflexiono sobre todos los aspectos de mi vida y me doy cuenta
que tengo demasiados motivos para agradecer, personas a las que realmente
quiero cerca mío, un trabajo que me hace
feliz y una carrera que me gusta. Pero por qué el vacío insiste en hacerse
notar? Como queriéndome decir que no importa lo feliz que esté, la vida nunca
va ser perfecta.
Y realmente la
perfección nunca fue mi objetivo. Entonces en momentos como este, en el que
todo está bien pero me siento vacía, me doy cuenta que necesito hacer las paces
conmigo misma, con mis sentimientos y pensamientos, que lo más importante de
todo para ser verdaderamente feliz, no tiene nada que ver con lo que sucede externa
sino internamente.
Y no hay mejor confort que rezar y sentir que me refugio en
Dios, para que la paz vuelva a alivianar mi corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario